POR QUÉ ES NECESARIO ABOLIR LA
EXPERIMENTACIÓN ANIMAL
Hay varias razones para abolir la
vivisección:
RAZONES CIENTÍFICAS
Los datos proporcionados por los
experimentos con animales son falsos, caóticos, no fidedignos y no se pueden
extrapolar al hombre ni a otros animales. En efecto:
a) Las enfermedades provocadas en
los laboratorios son modelos utópicos; no son las mismas que se producen en la
realidad;
b) Las diferentes especies reaccionan
de manera distinta entre sí y de manera distinta a los seres humanos. Cada
individuo reacciona de forma individual y no idéntica a los otros;
c) El estrés, la angustia y el
miedo a los que están sometidos los animales de laboratorio, alteran sus
reacciones y respuestas, no sólo entre un individuo y otro, sino entre un
momento y otro en el mismo animal.
RAZONES JURÍDICAS
Los experimentos con animales no
dan garantía de seguridad ni al paciente ni al consumidor, por tanto, no deben
ser legalizados, porque representan un grave riesgo para el hombre y para poblaciones
enteras. La “necesidad” de tal legalización la sienten sólo aquellos que
consiguen beneficios de tales experimentos:
1) Los productores, que de esta
manera tienen una coartada legal en caso de desastres y litigios, y pueden
poner en el mercado productos perjudiciales, obteniendo la autorización para la
venta con sólo presentar pruebas de que los experimentos con animales fueron
realizados;
2) Los investigadores, que sólo
saben hacer experimentos en animales, y solamente pueden garantizarse ingresos
y mejoras en sus carreras de esta manera;
3) Los criaderos y los
traficantes de animales de laboratorio, los fabricantes de aparatos de
contención, etc.
En vista de los daños causados a
la salud pública por los productos cuya pretendida “inocuidad” está garantizada
por experimentos con animales, legalizar estas pruebas significa legalizar la
distribución de sustancias nocivas, venenosas y mortales, capaces de matar a
quien sea en cualquier momento. Esto equivale a un genocidio.
RAZONES SOCIALES
Una gran proporción de la
población está mostrando una creciente inclinación hacia una forma de medicina
apropiada al ser humano, a un sistema sanitario adecuado y estructurado de
manera que garantice al enfermo unas terapias eficaces que no sean
perjudiciales y que garanticen una prevención real. Los consumidores están
demandando unos bienes de consumo no peligrosos; quieren productos sanos que
sirvan para lo que han sido comprados y que no sean nocivos.
La mayoría de los seguros de
enfermedad cobran ingentes cantidades de dinero para prestaciones basadas en
servicios y productos derivados de la experimentación animal, mientras que un
buen porcentaje de los impuestos pagados por los ciudadanos sirve para financiar
la experimentación animal. Todo esto es contrario a los intereses del enfermo y
del contribuyente. Nos encontramos ante un sistema sanitario gigantesco pero
ineficaz, ya que emplea métodos no eficientes: medicamentos con efectos
imprevisibles, vacunas de dudosa fiabilidad, terapias sofisticadas y caras pero
ineficaces y, en resumen, una vasta farmacopea de la cual el 90% de los
productos prescritos y recomendados son inútiles, puramente paliativos y
perjudiciales.
RAZONES ÉTICAS
Lo ya mencionado (fracaso
científico, abusos legales y hechos anti-sociales) nos lleva inevitablemente a
consideraciones éticas. Los seres humanos tienen que ser protegidos de una
manera ética, es decir, conforme a sus necesidades en cuanto a la salud, las
leyes y la estructura social, por una
medicina que esté basada en una investigación seria, por un sistema legal
efectivo y por medidas sociales adecuadas. En la práctica, el “sistema” que
dirige la vida de un individuo y del cual forma parte tendría que ser un
sistema “amigo” y no “hostil”, es decir que tendría que hacer uso de los medios
que ayuden y no que maten.
Cuando se demuestra, con base en
las estadísticas y a datos irrefutables, que durante los últimos 50 años en
Suiza la mortalidad por cáncer aumentó más del 300%, mientras que en el mismo
periodo de tiempo la población suiza ni siquiera se duplicó, el fracaso
científico de la experimentación animal queda claramente probado. Y esto es,
simplemente, un ejemplo entre miles.
La ética concierne también a los
animales. También ellos son seres vivos, también sufren, entienden y están
dotados de sensibilidad. En un mundo que se describe a sí mismo como civilizado
y se considera adelantado, ninguna clase de tortura es tolerable, y aún menos
las que sufren los animales en los laboratorios. El respeto por la vida es
universal e incluye también a los animales.
Será oportuno en este punto
recordar la frase con la que los defensores de la vivisección pretenden confundir
a los ingenuos: “¿Prefiere sacrificar a un perro o a un niño? Esta hipocresía
es parte del sistema de mentiras construido por los interesados, ya que el “sacrificio” de un perro o de
cualquier otro animal viviseccionado nunca ha salvado la vida de una persona. Al
contrario; estos “sacrificios” han contribuido frecuentemente a matar a un gran
número de seres humanos, a través de los productos y de las técnicas derivados
de la experimentación animal.
Otra frase hipócrita que repiten
los que están interesados en defender la vivisección es la siguiente: “Si no
podemos experimentar en animales, ¿en quién lo haremos?, ¿en seres humanos?”. Aparte
de su hipocresía ésta frase revela una enorme ignorancia. En realidad, desde el punto de vista científico no hay
ningún ser vivo en el que se pueda experimentar en consideración a otro ser
vivo, como sostienen los pro-viviseccionistas, ya que cada individuo es
diferente de los otros.
El problema de la vivisección,
visto en un contexto general, no es muy distinto de los otros. Es sinónimo de
la eterna ambivalencia humana, de la lucha entre dos direcciones opuestas, dos
elecciones, dos conceptos diferentes de la existencia.
Por un lado siempre hay quien,
para defender sus propios beneficios o por egoísmo, incompetencia, envidia o
superficialidad, no titubea en rebajarse ante cualquier vileza, defendiendo sus
intereses por todos los medios posibles.
Por consiguiente, la violencia y
la opresión, reforzados con medios como la crueldad y la tortura, se han vuelto
ley. En la historia de la humanidad, siempre ha habido quien, para conseguir dinero, para asegurarse una
carrera o tener una buena situación, se ha negado a ver, oír o comprender lo
que era obvio. Y quien ha empleado mentiras e hipocresías para sembrar
confusión, esconder y justificar sus propios delitos. Así dan la falsa
impresión de que aún las acciones más viles, a la larga sirven para buenos
fines. Para justificar crímenes, delitos y matanzas, han recurrido a los
derechos constitucionales, la creencia
religiosa, a la moral pública, y a infinidad de cosas que a primera vista
parecían loables. Pero no eran mas que pretextos, detrás de los cuales las
influyentes oligarquías defendían sus propios objetivos.
A través de la historia ha habido
revoluciones pacíficas, movimientos humanitarios que han dado impulsos
decisivos a evoluciones que iban demasiado lentas, a instituciones que todavía
se aferraban a conceptos atrasados, a criterios que habían quedado atrás,
fijados en ideas superadas hacía mucho tiempo. Ahora existe un movimiento
antiviviseccionista de importancia mundial.
Poseemos argumentos científicos y
los usamos, así como usamos también los éticos, sociales y económicos.
Pero aunque quisiéramos dejar
estas discusiones a un lado, no podríamos evitar revelar lo que es la
vivisección, demostrar su verdadera cara, y condenar las acciones realizadas en
su nombre.
Estos actos son, como dijo el
Mahatma Gandhi, “los crímenes más terribles que se puedan perpetrar contra
criaturas indefensas”.
Y aquí está la raíz de todo el
mal: una mentalidad corrompida por la muerte y la destrucción, que se opone a
la vida.
Si los animales algún día vuelven
a tener confianza en los hombres, el hombre volverá a tener confianza en sí
mismo.